jueves, 19 de noviembre de 2009

Crisis en la Pareja

Las relaciones humanas no son nada fáciles, ya que cada persona forma un mundo diferente. Sus vivencias y su manera de procesar estas experiencias van a influir en la forma de llevar a cabo la adecuada comunicación y entendimiento.

En toda relación de pareja sobrevienen momentos difíciles que son completamente normales y que se inscriben dentro del proceso de maduración de la vida conyugal. Cuando surgen estas crisis hace falta un mínimo espíritu de lucha y un poco de orden en las ideas de cada uno. En la vida de pareja hay diversas etapas en las cuales uno madura y para conseguir la maduración del nosotros se habrá de ejercitar el control, el entendimiento, la aceptación y cómo no, la ayuda que podemos adquirir del mundo exterior; información, terapias, atención, etc. Estas crisis nos pueden inmunizar en casos y con esfuerzo y trabajo podremos salir de ellas. Una vez que esto se ha conseguido salimos más reforzados y ese amor se engrandece y se hace más profundo, más auténtico y duradero.
Al final se afianza esa compaginación que ha de ser recíproca. También ocurre, a veces, que no se logra salir de estas crisis porque se hace de ellas un mal planteamiento y dentro de esa vorágine en la que uno está envuelto no adquiere las herramientas adecuadas para acabar con ese estado que hará que la relación termine en mal puerto.
Es así cuando no hay unas circunstancias que ayuden a salir adelante a esta pareja con pocos recursos psicológicos, ya que se encuentran desbordados por los primeros conflictos de entendimiento.

El matrimonio no es un estado fijo, sino un proceso en movimiento. Habrá que adaptarse a esas mareas naturales y lógicas. Hemos de ser conscientes que en estas y cualquier otro tipo de relación profunda en la que los sentimientos humanos se vean envueltos, podemos distinguir etapas diferentes que es necesario pasar. Citémoslas a continuación:
A) Etapa de formación de la estabilidad de la pareja: Corresponde a los primeros años en los que uno busca la identidad del nosotros y descubre las posibilidades y los límites y en los que se va a desenvolver esta pareja. Cada uno alcanza con su esfuerzo pequeñas conquistas y estas a su vez dan lugar a un asentamiento mediante una sucesiva compenetración. Uno ya no está solo; tiene que compartir y adaptarse a la realidad del otro. Se trata de compartir la vida con una persona diferente a ti y se tiene que establecer esa comunicación y el empeño necesario para que de ese amor salga su fruto. Es un trabajo diario que va desde lo psicológico a lo sexual, desde lo cultural al establecimiento de relaciones sociales positivas y duraderas.
B) Etapa de afirmación: La pareja ya está consolidada. Esto surge en los primeros años de matrimonio. Es un periodo en el que ambas personalidades se van haciendo más maduras a través de los cambios que van experimentando. Se tiene que trabajar diariamente si queremos gratificar y ser gratificados, ya que es una tares de dos. Se trata de buscar un equilibrio inteligente en el que el papel de cada uno esté bien dibujado, con sueños que compartir y con formas en las que se tendrá que dar lo mejor de uno mismo. La lucha por el poder conyugal suele ser uno de los peligros que más seriamente amenaza a la pareja.
C) Etapa de la mitad de la vida: Es este un periodo de balances, en los que uno piensa retrospectivamente y examina el camino recorrido. No hay que olvidar que todo análisis minucioso de la vida es siempre doloroso, por esta razón habrá que analizar reposadamente todo el bagaje del que hemos sido protagonistas. Aquí se recoge lo que se ha sembrado. “La siembra es voluntaria, la recogida es obligatoria”. Si la siembra, lo que se ha hecho, no ha sido óptima, es probable que los acontecimientos se precipiten negativamente. La aceptación de la otra persona es decisiva, porque si en alguna de estas etapas suceden situaciones que dan lugar a relaciones extraconyugales, el matrimonio peligrará. Estas relaciones, las extraconyugales, pueden servir de escapatoria a la rutina, a las frustraciones; ocurre que uno se siente valorado por alguien y se despierta aquella ilusión de las primeras etapas; la vida es como si de pronto tuviese más sentido y en tu ser se dispara toda la fuerza que creía estar dormida. Esto podría ser un “alerta” en la relación marital si en esa pareja aún hay cosas que darse y que decirse.
Personalmente pienso que cuando esto ocurre es porque se han olvidado de ese NOSOTROS y cada uno ya estaba separado del otro antes de que nadie irrumpiera en la pareja. Lo importante y renovador sería no cesar en el empeño de luchar para que la relación siguiera manteniendo los niveles adecuados y óptimos, pensando y trabajando individualmente a favor de ese nosotros. Creo que si no hay una comunión entre pareja y amor, esta estará a merced de lo que pueda surgir del exterior. Cuando en la relación sólo existen objetivos materiales, de confort y hedonismo, el camino hacia el aburrimiento está servido y es por esto por lo que surge la falta de motivación, los objetivos culturales, espirituales, sexuales, etc.
D) Etapa de la vejez: La pareja es cosa de dos; conlleva amor, respeto, entrega, pasión, entendimiento y mucha ternura para poder llegar a la etapa de la vejez, en la que uno examina su vida y explora qué ha sido del amor y cómo ha circulado éste por uno mismo.
Cuando la pareja se ha mantenido estrechamente ligada, en la etapa de la vejez se estrechan todavía más estos vínculos; es como una planta en la cual el tallo no puede ir sin la raíz. Cuando han existido rupturas, tu recuerdo experimenta otros sentimientos: frustración, culpa o desencanto, que dan una visión negativa y triste de la vida.
Solemos huir de la crisis, aunque como he mencionado, lo importante es enfrentarse a ella con recursos tanto internos como externos.

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